Nuestra aventura comienza en pleno corazón del Parque Natural de la sierra de Castril, junto al río. Este lo cruzamos y comenzamos nuestro ascenso.
La primera subida sin duda es la más dura de nuestra jornada, pero las vistas que vamos teniendo del valle son preciosas. Llegamos al cortijo de la Puerca, este lugar nos muestra lo que un día pudieron ser muchos cortijos de la sierra, con sus cuadras y corrales para el ganado, cortijo para sus habitantes, un gran nogal en la puerta con su tornajo de agua tallado sobre un tronco de madera y con una buena extensión de tierra que en antaño servían para cultivar los alimentos necesarios y poder subsistir en estas sierras, todo ello regado con la acequia que pasa `por las inmediaciones de estos prados
Seguimos subiendo, ante nosotros la naturaleza en su máximo esplendor, los pliegues geológicos de estas montañas se produjeron hace millones de años y son un espectáculo. Además, dolinas, uvalas, lapiaces, en general el karst ha hecho mella en estas escarpadas sierras.
La primavera poco a poco se deja ver, y muestra de ello son algunas de las plantas y flores que ya van apareciendo por la sierra y que dan colorido a estas.
Y como no iba a aparecer el gran Quebrantahuesos rondando los cielos de estos enclaves, ver a estos ejemplares es un privilegio o simplemente una suerte para el caminante.
Seguimos bordeando montañas y disfrutando de estas sierras, estas nos ofrecen a veces imágenes espectaculares, grandes pinos laricios (pinus nigra), se retuercen debido a la fuerza de los vientos a estas altitudes.
Nosotros seguimos con paso firme hacia arriba, después de pasar el collado del Salitre, nos adentramos en la cuerda que nos llevará hasta el Empanadas, pero antes disfrutamos de un cambio de pantalla teniendo a nuestra vista la sierra de Segura con sus inmensos Campos de Hernán Pelea y sierras de Cazorla. Esta cuerda divide los Parques Naturales de Cazorla, Segura y las Villas y el de Castril. Además, tenemos ante nosotros la Morra de los Tres Mojones, que separa los términos de Santiago-Pontones, Cazorla y Castril.
Y por fin hacemos cumbre, ¡hay que celebrarlo!, el Empanadas con sus 2.106 m de altitud, cima más alta del Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas y segunda cumbre de Castril.
Al fondo, nuestra Sagra nevada, hay que echarse la foto loca como le llamamos. Ante nosotros unas vistas extraordinarias, sierras de Cazorla, Segura, las Villas, Sierra Mágina, Sierra Nevada, sierra de la Sagra, sierra de Baza, sierra de María y algunas otras que nos dejaremos…
Comenzamos la bajada, esta la tenemos que hacer por el collado del Salitre, la intención era bajar por el collado de la Cruz en la otra vertiente, pero la primera parte es una zona escarpada y lo veo peligroso debido a la nieve que aún hay acumulada, por lo tanto, bajamos por el Barranco de Túnez, este nos ofrece unas panorámicas impresionantes con preciosas cascadas.
Toda nuestra bajada discurre por el mencionado Barranco de Túnez, con el río a nuestros pies.
Antes de llegar a la Cerrada de Túnez, comenzamos a ascender nuestro último tramo, sin duda, estos grandes paredones rocosos son espectaculares.
Al final, acabamos nuestra jornada con unas 10 horas a nuestras espaldas, pero con la satisfacción de haber pasado un día especial y que nunca olvidaremos.
A continuación os contamos una de las historias más bonitas de estas sierras.
A los pies del Empanadas, junto a los restos de la choza del Maestrillo, barranco de Túnez
“EL MAESTRILLO DEL BARRANCO DE TÚNEZ”
Esta historia es una de esas que a veces se queda plasmada en mitad de la sierra para siempre, como si los personajes o la leyenda quedarán hermanados junto a los grandes paredones de este lugar, de estas sierras.
El maestrillo de Túnez, como así le llamaban, nació en 1904 en Vélez Rubio, (hay quien dice que en Vélez Blanco). Lo llamaron a filas para combatir en la guerra civil en el bando Republicano, cuando acabó esta fue condenado a 6 años de cárcel, pasados estos años, se fue a Barcelona, pero al final decidió volverse a su tierra de nuevo. Con la ayuda de una bicicleta recorría las cortijadas y aldeas enseñando a leer y a escribir, por lo tanto, ya era maestro para los aldeanos de la zona.
Finalmente, los cortijos y aldeas se iban despoblando poco a poco, en consecuencia, cada vez tenía menos trabajo, por lo que cambió la bicicleta por un burro y compró un trozo de tierra a las faldas del Empanadas, junto al barranco de Túnez, en uno de esos lugares de difícil acceso, donde tan solo puedes acceder a él a través de escarpadas sendas, esa iba a ser su morada para siempre.
Hay quien cuenta que tuvo varios desengaños amorosos, el último con una chica en un cortijo donde daba clases. Dicen que se enamoró de ella y la forma de poder verla era dejándole la chica un trapo colgado en la ventana, él iba con toda su ilusión cada vez que veía esa prenda para poder estar con ella. Pero llegó un día en el que el trapo estaba colgado como otras veces, el maestrillo fue a ver a su amada y entonces descubrió que esa señal no era para él, había otra persona ya…
Este trozo de la historia no sabemos si en parte es real o simplemente ficción, el caso es que el maestrillo se subió a vivir allí arriba como un ermitaño, sin querer saber nada de nadie, aislado de toda civilización, su única compañía era su burra y alguna cabra, vivía de lo que sembraba, tenía sus frutales, sus nogales, su huertecillo, también de lo que cazaba, incluso de lo que le daban los pastores y serranos de la zona por enseñarles algo de letras y números.
Levantó a los pies del Empanadas una choza de piedras, barro y broza, todo ello con plásticos entre medias. Dicen que cada dos o tres meses bajaba al pueblo de Castril con su burra para comprar lo que podía. Así pasaron los años y los largos inviernos, cuentan que un año se metió un nevazo bueno de esos duros sobre el Empanadas y hacía mucho tiempo que no lo veían, por lo que mandaron a la Guardia Civil para que subieran a su choza del barranco de Túnez, estos consiguieron llegar y se lo encontraron muy enfermo con neumonía, así que se lo llevaron para Granada al hospital. Pero el maestrillo en cuanto pudo escapó y se volvió a su sierra, a su choza del barranco de Túnez.
Allí se hizo mayor y anciano, tenía cavado un agujero en la puerta de la choza, les decía a los serranos que subían, que el primero que lo encontrase muerto, que por favor lo enterraran allí mismo. Pero no pudo ser, por desgracia dicen que le falló la vista a los 86 años y pudieron convencerle para que se bajara al pueblo, a donde se bajó con la gran pena de dejar su vida, su casa, su hogar.
Finalmente, falleció a principios de los años 90, con más de 90 años a sus espaldas. Está enterrado en el cementerio de Castril, sin que se pudieran cumplir sus deseos. De haber sido hoy en día, probablemente sus cenizas reposarían bajo las nogueras de su choza, como él deseaba, que mejor lugar que este en el que descansar para siempre…
De aquella humilde choza solo quedan las ruinas, no entiendo como la administración ha dejado pasar esta bonita historia, rehabilitando esta choza y dejándola de refugio con un pequeño homenaje hacia él, hacia el Maestrillo de Túnez. Ojalá y esto algún día se pueda cumplir.
La historia de este hombre es un legado de la zona y del Parque Natural Sierra de Castril, por lo tanto, no debería perderse nunca.
En homenaje al Maestrillo de Túnez.
Foto del maestrillo junto a un grupo de jóvenes en la puerta de su choza (foto sacada de internet hace años, por lo tanto, no sé quien es su propietario. Si alguien lo conoce, no dude en contactar para poder nombrarlo o si lo desea eliminarla de este blog)
La historia contada está sacada de varios libros, blog e información de la zona.